Al presente Xu Cuihua vive con su hijo inválido.
Xu Cuihua se arrepiente al recordar la muerte de su marido.
Me llamo Xu Cuihua, tengo 75 a?os de edad y vivo en el pueblo Baguazhou del distrito Xixia de la ciudad Nanjin de la provincia Jiangsu. Mi marido se llamaba Yao Zhizhong. Tenemos un hijo. Como padeció la parálisis infantil cuando era ni?o, es inválido y tiene la enfermedad ligera de desintegración espiritual. Para librarme de la melancolía, empezó a practicar el Falun Gong con la creencia “Con un practicante, se beneficiará toda la familia”. Sin embargo, era el comienzo de la pesadilla de mi familia.
Un día del abril de 1997, cuando pasé por la plaza de ciudadanos, vi a muchas personas reunidas. El hablador estaba hablando con entusiasmo y los oyentes estaban absortos. Después de preguntar, llegué a saber que ellos estaban practicando el Falun Gong. Se decía que podían fortalecer la salud, eliminar enfermedades y desastres, y curar las enfermedades sin tomar medicinas ni poner inyecciones. En aquel momento, un joven me regaló un libro llamado Zhuan Falun y me dijo que además de las funciones mencionadas, también se podía volar al cielo en pleno día a través de la práctica. Le conté que no conocía muchos carácteres y no podría entenderlo. Pero dijo que no importaba, siempre que fuera al punto de práctica para practicar. Al oírlo, me animé y creía que había encontrado a un salvador. Si lo que dijo era verdad, no sólo podía fortalecer a mi propia salud, sino también podía beneficionar a toda mi familia. Además se curaría la enfermedad de mi hijo. Por lo tanto, empecé a practicar el Falun Gong y iba adicta a él poco a poco.
Ponía toda la atención a la práctica y todos los días leía el libro Zhuan Falun. Me levantaba a una hora para la práctica y al amanecer iba a la plaza del pueblo para encontrarme con otros practicantes. Al verme así, mi marido e hijo se preocupaban mucho y intentaban persuadirme dejar de practicar el Gong. Sin embargo, después de unos meses de práctica, ya estaba totalmente adicta al Gong. Sus consejos me enfadaron.
A los principios de 1998, mi marido contraje una fiebre ligera, se desanimaba, tosía y vomitaba sangre. Después de examenes médicos, le diagnosticaron pulmonía y necesitó recibir tratamientos en el hospital. Mi hijo preocupado hizo todo para enviar a mi marido al hospital, pero yo no estaba de acuerdo. Creía que la causa de su emfermedad era el karma demasiada pesado y le aconsejé a practicar el Gong conmigo para eliminar el karma. Además, Shifu le protegería. Con mi insistencia, mi marido me siguió sin remedios a la práctica.
Al comienzo de la práctica, mi marido tomó medicinas para la pulmonía a escondidas de mí. Más tarde, lo descubrí y me enfadé tanto que abandonar las medicinas valiendo unos ciertos yuanes que compró mi hijo. Y le obligué a mi marido a votar que nunca volviera a tomar medicinas y obedecer lo que decía Shifu. Esta vez también con mi insistencia, mi marido dejó de medicinas.
Al cabo de un período de práctica, el estado espiritual de mi marido mejoró mucho y nos alegramos. Desde allí, mi marido se convenció de las funciones de Falun Gong, como fortalecer la salud y curar enfermedades. Todos los días se ocupaba en la práctica, leer libros de Li Hongzhi y ver videos sobre el Gong. Al ver mi marido, sentía agradecimiento de mis adentros para el Falun Gong.
Sin embargo, cuando me parecía que la salud de mi marido se mejoraba poco a poco, su peso y apetito se iban cada día peores. No lo di importancia, porque creían el refrán de que millones de dinero no puede comprar la delgadez de los ancianos. Al verme así, todos los parientes y amigos me reprocharon que no tenía razón y no hacía caso de la vida de mi marido. Pero no les escucharon y creía que ellos eran basuras y no estaban en el mismo nivel conmigo. No entendían nada del Dafa y su prohibición a la práctica de mi marido intentaba perjudicarle. Pues, mi marido insistía en practicar el Gong y en no ir al hospital.
En el julio de 1999, el gobierno proscribió el Falun Gong. En aquel momento, no entendía la desición del gobierno y no quería dejar de la práctica. Creía que la insistencia de la práctica podían curar las enfermedades de mi marido e hijo. Además, se había convertido en una parte de mi vida. Así, mi marido y yo continuamos practicando el Gong y aprendiendo el Fa.
En el invierno de 1999, mi marido tosía cada día más y siempre dijo que le dolía el pecho. Con frecuencia tenía fiebre ligera y escupía sangre. En aqul entonces, todavía insistía en que estaba eliminando el karma. Después de transpirar las malas cosas, se eliminaría el karma y se mejoraría la salud de mi marido.
El día 4 del abril de 2000, cuando estabámos sentados en las sillas practicando el Gong, mi marido se cayó al suelo de repente y vomitó sangres. Me asusté y me eché a llorar. No obstante, ya era tarde. Mi marido no eliminó el karma ni llegó a la perfección, sino murió.